Henri Cartier-Bresson, uno de los grandes maestros de la fotografía en el siglo XX, cronista, pensador de imágenes que se convirtió en ojos, mente y corazón de toda la especie humana cuando creó un nuevo concepto de reportaje, falleció el lunes 2 de agosto, en su casa veraniega de Céreste (Alpes-de-Haute-Provence).
Estaba a punto de cumplir 96 años de edad. La información de su deceso la proporcionaron sus familiares hasta después del mediodía del miércoles, una vez culminada la ceremonia en la que hicieron descender a tierra sus restos mortales. Una tumba en medio de los Alpes franceses.
Henri Cartier-Bresson, uno de los grandes maestros de la fotografía en el siglo XX, cronista, pensador de imágenes que se convirtió en ojos, mente y corazón de toda la especie humana cuando creó un nuevo concepto de reportaje, falleció el lunes 2 de agosto, en su casa veraniega de Céreste (Alpes-de-Haute-Provence).
Estaba a punto de cumplir 96 años de edad. La información de su deceso la proporcionaron sus familiares hasta después del mediodía del miércoles, una vez culminada la ceremonia en la que hicieron descender a tierra sus restos mortales. Una tumba en medio de los Alpes franceses.
El legendario personaje se había despedido simbólicamente hace un año, cuando el planeta colocó en su propio ombligo, es decir en París, la más grande exposición antológica suya jamás montada, con una retrospectiva absoluta a manera de homenaje por sus 95 años. Pero el maestro sabía que se trataba de una despedida.
Así lo vivió Cartier-Bresson porque inclusive permitió, luego de que su mirada husmeara los confines del mundo, que la humanidad atisbara a su tan celosamente resguardada intimidad e hizo guiños en algunos medios de comunicación a manera de respuesta agradecida a ese homenaje nacional que le rindió su patria.
Era su manera, también, de refrendar su rotunda negativa a dar entrevistas.
Testimonios de la humanidad
La Jornada documentó la despedida del maestro Cartier-Bresson (16 de julio de 2003). En razón ''d´une affluence exceptionelle", los organizadores de esa que fue una de las exposiciones más espectaculares en toda Europa en el año pasado, tuvieron que ampliar sus horarios de visita.
Ríos humanos fluyeron incansables para atestiguar la manera en que un fotógrafo francés plasmó testimonios de la humanidad entera. La manera en que Cartier-Bresson captó la condición humana.
Además de las 350 fotografías, de las cuales un porcentaje importante consitió en tirages d´epoque (vintages) realizadas por el propio autor, la exposición, titulada juguetonamente De qui s'agit-il? Incluyó tres filmes documentales con testimonios en primera persona.
Uno de ellos lo pintó de cuerpo entero, pues la cámara lo capta completo, en un instante: en la mano izquierda anida una cámara Leica mientras su derecha acaricia una pipa. El humo de su boca, su bufanda, su abrigo, su figura magra, todo en blanco y negro y no se sabe si lo que sale es vaho o humo de pipa (ceci n'est pas une pipe).
Lo que sí se sabe es que su mirada vaga, brama, baila. Es un mar de inquietudes y ansiedades su mirada.
Ya tiene a su presa: una pareja de enamorados que está a punto de atravesar una calle parisina.
El de la Leica, la pipa, la bufanda, el abrigo, la silueta magra y la mirada loca emprende una fina carrera, se empareja, a plena media calle a la pareja de enamorados, ubica el preciso instante en que su sombra es la sombra de ellos y sabe entonces que es ahí y nunca más que ahí, que jamás se repetirá ese instante, que está frente al mismísimo summun del aquí y el ahora y es entonces cuando su Leica engulle todas las sombras. Y hace clic.
Intuición y curiosidad
El mundo, tan necesitado de encasillar y de nombrar lo innombrable, ha querido construir un mito con Cartier-Bresson (conocido inclusive con siglas a manera de logotipo: HCB) y se ha querido patentar una etiqueta con lo más visible, el famoso término ''el instante decisivo".
Todo surgió en 1952, cuando el fotógrafo publicó el libro Images a la sauvette, en el que recogía sus pensares a propósito del arte de la fotografía.
La traducción de la expresión francesa a la sauvette (a toda prisa, al vuelo, corriendo en fina carrera) fueron traducidas al inglés como The decisive moment y así fue como quedó en letras el sambenito del inexistente ''instante decisivo".
Una máxima que sí formuló el maestro fue:
''S'oublier, oublier l'appareil, etre vivant, regarder" (olvidarse, olvidar el aparato, estar vivo, observar) como una manera de tránsito técnico entre el dibujo, su gran pasión humana y la fotografía, su adicción profesional.
Mirar, disparar, escurrirse. "La célula fotográfica está de más -decía el maestro-. Propicia que el ojo se distraiga. Uno debe calcular primero los valores y luego probar". Se le atribuye "el descubrimiento" de la cámara alemana Leica, por su calidad y su carácter portátil. Cartier-Bresson fue, antes que nada, un reportero, uno de los mejores en la historia.
Nació el 22 de agosto de 1908 en Chanteloup. Su primera cámara era de acero y vidrio. Para 1930, cuando se montó en los cuernos de la Luna y desde ahí también disparó, no existía la parafernalia tecnológica que ha masificado hoy en día el recurso fotográfico.
La guía de Cartier-Bresson era el arte del dibujo, a la manera de Leonardo Da Vinci; la intuición, a la manera del mejor reportero. Lo alimentaba también la curiosidad, que es la madre de todas las artes.
Como reportero atestiguó momentos decisivos de la historia. El asesinato de Ghandi, la construcción del Muro de Berlín, los lupanares de México, el mundo mágico de Juchitán, la china comunista de Mao, la disciplina militar en Leningrado, los confines del alma en Cachemira, los besos captados mejor que lo hizo el mismísimo Robert Doisneau.
En 1947, Cartier-Bresson cofundó la agencia Magnum en París y desde entonces se ha construido una tradición de cronistas en todo el mundo. La diferencia la marcó siempre con su genio: ampliaba, es decir imprimía, el contenido del negativo entero. No realizaba ningún truco de edición ni manipulaba los materiales.
Era la prueba, también, de que su toma había sido perfecta desde el primer instante, ese sí decisivo. Cuando hacía clic era porque sus neuronas ya habían dibujado en su cerebro la imagen perfecta. De esa forma reproducía la realidad este cronista.
Hace un año dijo adiós avalando la madre de todas las retrospectivas. Ríos humanos revivieron el asombro del fotógrafo en la magna exposición montada en una de las cuatro torres de la fastuosa Bibliotheque National de France, en la ciudad luz.
Blanco-negro: dialéctica implacable
Allí están, para comprobación del genio de Cartier-Bresson, las imágenes que colorean la vida humana desde el blanco y el negro, esa dialéctica implacable del blanco y negro donde transcurre el arte de la fotografía.
El propio autor eligió que la fotografía que abriese su muestra de homenaje y despedida fuera aquella imagen tomada en Cuba en 1934: un tiovivo de madera que en la Leica del maestro se agiganta a la dimensión artística y monumental de los Caballos de San Marcos en pleno trópico: crines de mar, ancas de luna, ojos de sol.
Allí quedó para la historia el registro de la manera en que una persona de carne y hueso, Henri Cartier-Bresson, ejerció uno de los más nobles oficios humanos, el de reportero.
Mírenlo, ahí va de nuevo, está a punto de otro instante decisivo, de fijar una instantánea eternamente precisa. En los documentales resguardados en la Biblioteca Nacional de Francia, ya está otra vez Cartier Cartier-Bresson cámara en mano, tomando el pulso al mundo.
El de la Leica, la pipa, la bufanda, la mirada inquieta ya detuvo nuevamente el aquí y el ahora justo en el intersticio vital que media entre el sístole y el diástole.
El ojo del Siglo XX: Sobre Henri Cartier-Bresson
Por Paula Lorenzo
"Fotografiar es una manera de vivir. Es poner la cabeza, el ojo y el corazón sobre un mismo eje" Henri Cartier-Bresson
Desde el 10 de febrero y hasta el 10 de abril en Buenos Aires pueden verse las fotografías de Henri Cartier-Bresson, uno de los padres del fotoperiodismo. En el Centro Cultural Borges la retrospectiva del "ojo del siglo XX" cuenta con 148 obras. Es la mayor muestra suya que se ha visto en Argentina y llega seis meses después de su muerte.
Henri Cartier-Bresson estuvo presente en cada punto de giro de la historia, fuese la liberación de Francia de la ocupación alemana, el triunfo de la revolución maoísta china, la guerra civil española, la insurrección parisina de 1968, la partición de la India, la muerte de Gandhi, el apogeo del existencialismo sartreano, la construcción del Muro de Berlín o la colonización africana. Y en cada momento supo apresar lo que él llamaba "el instante decisivo". Sus obras proporcionan una magnífica descripción de lugares, su gente, su cultura y su vida cotidiana.
Nació el 22 de Agosto de 1908 en Chanteloup, Seine-et Marne, en el seno de una familia que pertenecía a la burguesía francesa. Desde niño demostró un gran interés y apreciación por el arte y la estética. Él mismo recuerda su inicio en el mundo del arte cuando lo llevaron al estudio de su tío, a los 5 años de edad, donde comenzó a "impregnarse" de los lienzos.
Años después cursó sus estudios secundarios en el Lycée Condorcet en París, donde no llegó a graduarse. Paralelamente a su educación en el Liceo, estudió pintura de manera independiente con dos maestros diferentes. La buena posición social en que se encontraba ubicada su familia contribuyó a que Bresson pueda relacionarse con la élite cultural de su tiempo. Mediante sus profesores encontró artistas, escritores, poetas y pintores, tal como Gertrude Stein, Rene Crevel (escritor surrealista), Max Jacob (poeta), Salvador Dalí, Jean Cocteau y Max Ernest.
En épocas del Surrealismo, Bresson sintió afinidad hacia los conceptos planteados dentro de los numerosos manifiestos del movimiento. En su adolescencia, se asoció con muchos de los artistas involucrados y, más tarde, admitió que estaba "marcado no por la pintura Surrealista, pero sí por las concepciones de Andre Breton, (el cual) me hizo comprender el papel de la expresión espontánea y de la intuición y, sobre todo, la actitud de rebelarse". Estas palabras fueron recuperadas en el libro: “Henri Cartier-Bresson: The Early Work” publicado por Peter Glassi en Nueva York (1987).
En 1929 Bresson realizó el servicio militar obligatorio y a su regreso partió hacia Camerún, al oeste del continente Africano. Hay quienes dicen que este viaje marcó el primer punto decisivo en su vida, como el quiebre de las tradiciones y de todo lo que le era familiar. Durante este tiempo adquirió su primera cámara y se lanzó a la búsqueda de aventuras.
Cuando retornó a Francia y luego de revelar las fotografías de su viaje por África perdió su intenso deseo de pintar y compró su primera cámara Leica, la misma que lo acompañaría durante toda su exitosa carrera. Comenzó a "sentir" la fotografía y luego en una entrevista, admitió que después de su viaje por África, "... el aventurero en mí se sintió obligado a testificar, con un instrumento más rápido que el pincel, las cicatrices del mundo".
Así emprende su profesión como fotógrafo. En 1934 viajó a México donde permanece un año estudiando fotografía y en su estadía allí continúa con su "captura" de gente y lugares marginales de la sociedad. Expuso sus fotografías en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México.
De allí viajó a Nueva York y se interesó por el cine. Tres años más tarde, comenzó a trabajar para una publicación diaria comunista, fundada y editada por Luis Aragón, donde trabajó también junto a Robert Capa y David Seymour. Esta relación los llevó a fundar, años más tarde, la agencia "Mágnum Photos". Esta fue la primer agencia cooperativa de fotografía, que nació, según relataba Bresson, con la idea de hacer lo que querían, para trabajar en lo que creían y no depender de que un periódico o una revista le encargara trabajos.
Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial entre Alemania y Francia en 1939 se unió al ejército y fue capturado, quedando preso durante 35 meses. Logró escapar, y una vez en París se dedicó a ayudar a prisioneros de guerra que habían logrado huir al igual que él. En ese mismo año realizó para la editorial Braun retratos de artistas, pintores y escritores.
Entre 1944 y 1945 se unió al grupo de profesionales que fotografiaron la liberación de París. También dirigió una película documental, sobre la vuelta de los deportados y prisioneros, Le retour (El regreso) para la Oficina de Información de Guerra de los Estados Unidos.
Cartier-Bresson es considerado el padre del fotoperiodismo. Retrató a Ghandi casi una hora antes de ser asesinado, la toma del poder en China por parte del comunismo, la caída del régimen colonial en la India, entre otros hechos históricos aquí mencionados. En 1946 se trasladó a Nueva York para participar de una exposición póstuma en el Museo de Arte Moderno, ya que según datos disponibles se lo creía muerto.
La esencia de su arte, solía decir, era "reconocer el significado de un evento en una fracción de segundo". Rechazaba los nuevos procedimientos de fotografía automática y las cámaras con motor alegando que era como "cazar pichones con una ametralladora". Siempre usó su vieja cámara Leica. Predicaba que más importante que usar recursos técnicos era "estar vivo". Su fórmula predilecta era "concentración más sensibilidad".
Hablando de su técnica jamás recortó los negativos, se positivaban completos, sin encuadrar ni cortar nada. Era un fotógrafo que sabía componer con rigor, observando los gestos, las yuxtaposiciones de elementos y disparar en el breve instante en que todo ello creaba un conjunto significativo.
Continuó viajando por el mundo y fotografiando hasta que en 1966 dejó la agencia Magnum, que sin embargo conserva los archivos del fotógrafo. A principio de los '70 dejó a un lado su Leica para concentrarse en la pintura nuevamente. Solamente retomó la fotografía para realizar retratos.
Cartier-Bresson murió, en el 2004, a los 95 años de edad y siempre se mantuvo lúcido. Quizás tantas imágenes, tantas realidades han hecho que este fotoperiodista conservara hasta sus últimos momentos la misma lucidez que hizo que dejara un legado fotográfico de gran calidad que hasta el mes de abril puede verse en el Centro Cultural Borges.
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